En pleno redebate de la reforma del sistema educativo, es obvio que nuestra clase política no tienen ningún interés por consensuar unas líneas maestras y un sistema duradero. Lejos de la realidad, anteponen ideologías a un proyecto común tan importante como es definir qué queremos que estudien nuestros alumnos y cómo queremos que lo estudien. Se está olvidando la profunda transformación que ha sufrido la sociedad española y la crisis que soporta el núcleo de referencia de cualquier persona como es su familia. Ese temido fracaso escolar afecta a muchos, u los que llamamos "alumnos problemáticos" se suelen encontrar, frecuentemente, con situaciones familiares complejas, cuando no caóticas. La falta de una legislación que diga que aprender requiere esfuerzo ha hecho que tengamos una generación de alumnos cuyos niveles de conocimientos rayan la irrisorio, obteniendo el sistema educativo más heterogéneo existente, en el que las brechas de conocimientos entre los centros son abismales. Los profesionales hablamos de la "generación perdida". La absorción de la población inmigrante es otro de los grandes retos, en el que algunos vecinos han fallado estrepitosamente, pese a su libertad, igualdad... Pero nuestros políticos están en otra cosa. Se antepone el rédito electoral a la formación de las generaciones venideras. Y ya va una.
Carta de la semana
XL Semanal nº 944
27 de noviembre al 5 de diciembre de 2005
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